IPARRAGUIRRE
Y
EL ÁRBOL DE GUERNICA
BIBLIOTECA BASCONGADA DE FERMÍN HERRÁN
TOMO II.
B I L B A O
Imprenta de la BIBLIOTECA BASCONGADA
Müller y Zavaleta, Gran Vía 24
1896
He aquí el artículo de D. Ricardo Becerro de Bengoa, del 15 de Octubre de 1877:
IPARRAGUIRRE
RECUERDOS
Cuantos conocen la historia contemporánea del país vascongado, saben que en la tierra de los verzolaris y coblacaris, donde multitud de caseros son bardos improvisadores, donde la hermosura y los ecos de los valles hacen de las sencillas gentes de la montaña poetas y músicos, ningún cantor popular, ni ningún poeta natural, ha representado tan fielmente la fisonomía de ese pueblo como el inmortal Iparraguirre. Llamóle inmortal porque aquél cuyo nombre repiten y repetirán con cariño los vascongados, aquél que ha legado a nuestra generación los más populares y entusiastas himnos musicales, que las generaciones venideras entonarán en coro mientras quede un recuerdo de la libertad eúskara, inmortal es de hecho, pues así lo proclaman por todos los lugares del mundo los hijos del Pirineo vasco, en cuanto, aun en las regiones más apartadas de él, se reúnen dos tan sólo a hablar de su país.
Ha pasado por muerto Iparraguirre durante muchos años; tan escondido y silencioso le tenían sus propias desventuras en las solitarias orillas del Río de la Plata. Pero gracias a la propaganda de la confraternidad eúskara, que inició y viene sosteniendo el apreciable periódico madrileño La Paz, cuyos números se leen con avidez en las Américas, un amigo dio la noticia en las columnas de ese diario, de que el poeta vivía; y poco después tuvimos el placer de leer en ellas varias composiciones, que desde aquellos lejanos climas enviaba, saludando a su querida tierra. Pocos vascongados hubo que no sintieran un placer inmenso al saber que aun cantaba al árbol santo de Guernica el que un día le dedicara el admirable himno, que entusiasma a todos los corazones de nuestras montañas. La noticia corrió de boca en boca; y se recibió como una enhorabuena en el país.
Entonces, hará un año próximamente, tuve ocasión de enviarle una cariñosa visita. La guerra civil, hundiendo radicalmente las seguras esperanzas de mi pobre casa, y de mi amante madre, hizo que mi familia dispersara. Mientras mi hermano Manuel iba a morir en la Trocha de Cuba, defendiendo el nombre de España, otro hermano, Julián, ante lo obscuro y triste del porvenir, terminada su carrera, marchó a sentar su cátedra de Filosofía, allá donde en la América del Sur, encontrara un pueblo amigo que le abriese los brazos. Supe que en el territorio uruguayano podía aproximarse a Mercedes, donde Iparraguirre vivía, y le rogué que a su paso por aquellos territorios le visitara y saludara en nombre de la tertulia literaria vitoriana, que tanto estima y admira su memoria. Así lo hizo, no en persona, sino por medio de una cariñosa carta, y al cabo de muchos meses, tuve la incomparable alegría de recibir una larga epístola, y una nueva composición del poeta.
Copiólas a continuación, y guardo los originales como preciosos papeles, que he de regalar a la Diputación de Guipúzcoa. La carta dice así:
«Mis queridos e inolvidables paisanos D. Julián y D. Ricardo Becerro de Bengoa, D. Sotero Manteli, don Daniel de Arrese y D. Fermín Herrán.
Costa del Arroyo El Dacá (cerca de Mercedes) 4 de M... de 1877.
Siempre he creído en los ángeles de la tierra; y la manera misteriosa y peregrina de cómo ha llegado esta apreciable y atentísima carta, me fortalece en esta creencia. Parece que el mayoral de la diligencia de San José dejó recomendada la carta en una casa de negocio de la campaña; y dos angelitos, que el mayor apenas tendrá diez años, han troteado seis leguas con sus caballitos y la han entregado a un discípulo mío, hijo de vascongado; y este último con su caballo brioso a rienda suelta ha venido a traérmela.
Ayer ha sido un día de fiesta para mí, para mi familia y para mis amigos. Principiaré por darles a ustedes algunos cortos detalles biográficos de mi juventud.